Escritoras interesantes: Nuria Labari y Cristina Morales



La literatura del siglo XXI está llena de nuevas y buenas voces femeninas. Las dos últimas escritoras a las que he leído son:


Nuria Labari

La santanderina Nuria Labari, nacida en 1979, escribe cuentos, relatos y novela. Su primera novela, sobre el 11M, se publicó en 2016, Cosas que brillan cuando están rotas, editada por Círculo de Tiza y la última, acaba de ser publicada en 2019 con el título La mejor madre del mundo, editada por Literatura Random House. En ella, la escritora se cuestiona la maternidad como impulso propio o social. La maternidad se enseña a las niñas desde que son pequeñas. ¿Es un instinto? ¿Es educacional?

En su literatura (Los borrachos de mi vida) Labarri lo mismo habla de la lista de la compra, que de los tres abortos espontáneos de la protagonista del segundo relato, como de párrafos que invitan a reflexionar, un ejemplo: “Cuando el corazón se vacía la realidad insiste en inundarlo. Es imposible no escuchar, no mirar, no oler, no saber qué es lo que pasa alrededor, no espiar a los otros. Tan imposible como no sentir el espacio hueco que dejan sus vidas”. Sus relatos remueven.
En ocasiones, no resulta fácil saber si una novela es fantástica o es un bodrio, de hecho, podríamos encontrar lectores expertos que podrían manifestar ambas posturas ante un mismo escrito, sin embargo, algunas veces, pocas, un punto de vista, una forma de expresarse, o una determinada estructura nos parece original y diferente a todo lo demás. Eso es quizá lo que me ha ocurrido con esta escritora, que es distinta a todo y, por tanto, según mi punto de vista, muy recomendable.

Cristina Morales

La escritora granadina ha sido catalogada como una de las voces más potentes, creativas, inconformistas e innovadoras de la literatura española actual. (Ver editorial Anagrama). Ha escrito Los combatientes (Caballo de Troya, 2013), galardonada con el Premio INJUVE de Narrativa 2012. Malas palabras (Lumen, 2015) y en 2018, ha sido la ganadora del Premio Herralde con la llamada “novela-grito”, titulada Lectura Fácil.

En Lectura fácil (Ed. Anagrama) cuatro mujeres discapacitadas conviven en un piso tutelado de Barcelona, descrita como una ciudad opresiva y bastarda: la ciudad de las okupas, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, los ateneos anarquistas y el arte políticamente correcto. Sus tareas están definidas: una debe asistir a clases de danza, otra debe controlar los gastos comunes, Àngels tiene que escribir sus memorias y Marga debe comenzar a olvidarse del sexo. No puede acostarse con cualquiera. Sus tutoras se plantean esterilizarla

La contraportada editorial describe la novela premiada como un campo de batalla: contra el heteropatriarcado monógamo y blanco, contra la retórica institucional y capitalista, contra el activismo que usa los ropajes de «lo alternativo» para apuntalar el statu quo. Pero es también una novela que celebra el cuerpo y la sexualidad, el deseo de y entre las mujeres, la dignidad de quien es señalada con el estigma de la discapacidad y la capacidad transgresora y revolucionaria del lenguaje. Es sobre todo un retrato –visceral, vibrante, combativo y feminista– de la sociedad contemporánea con la ciudad de Barcelona como escenario.

En definitiva, Cristina Morales es una voz moderna, para algunos, demasiado radical y provocadora. Para otros, interesante. Lo mejor es leerla y juzgar.

Escritoras interesantes: Maryam Madjidi





Maryam Madjidi ha pasado a formar parte de mi catálogo de “escritoras interesantes”. Tras leer  Marx y la muñeca, editado por Minúscula, he descubierto en Madjidi a una autora que parece escribir teatro o relato en lugar de novela, que lo que cuenta es capaz de conmover al lector, con un cierto matiz cómico y que practica una escritura imaginativa en cuanto a forma porque la estructura narrativa forma parte del argumento, articulado en capítulos independientes que forman parte del todo, capítulos que no son lineales en el tiempo, pero que, una vez leídos todos, componen una historia completa.

La escritora de origen iraní, que vive en Francia desde los seis años, y que ha residido también en Estambul y en Pekin, es, ante todo, una escritora francesa que escribe en francés, que ha enseñado en esa lengua y que ha ganado el Premio Goncourt a la mejor primera novela en 2017, el máximo galardón galo de las letras, y el Premio Étonnants voyageurs 2017, a pesar de que en Francia se la conoce como una escritora iraní que habla de Iran, como si la identidad de origen se hubiese impuesto a todo lo demás, mientras que Iran le cierra sus puertas.

La historia autobiográfica, aunque revestida de ficción,  nos lleva desde la revolución de 1978 en Iran hasta hoy en día y es el relato, durante casi 216 páginas, de una madre y una hija que van a reencontrarse con el padre en París, huyendo del nuevo régimen del Teheran de Jomeini, que como recordarán volvió a Irán el 11 de febrero de 1979, cuando la revolución ya se había consumado para establecer la República Islámica. Así da comienzo Madjidi a una historia que habla tanto de la búsqueda de libertad e identidad, ambas amenazadas, como del caos vivido en ese país, a raíz de la dictadura religiosa.

De esta novela también se desprende, además de la preocupación por la identidad de los exiliados, la que la autora experimenta por la identidad como mujer y por los derechos de las mujeres en Iran, uno de los países donde esta situación es más delicada y motivo, por tanto, de que Iran cierre las puertas a su literatura.

En su novela hay influencia de diversos autores, desde Gabriel García Márquez hasta la lírica de los poetas persas, pasando por autoras francesas como Marguerite Duras, Romain Gary, Simone de Beauvoir.
En resumen, Marx y la muñeca ha sido presentada así:
La pequeña Maryam asiste desde el vientre materno al comienzo de la revolución iraní. Seis años después, ella y su madre se reúnen con su padre en el exilio en París. Con la ayuda de los primeros recuerdos, Maryam relata el abandono del país, la separación de su familia, la pérdida de sus juguetes -entregados a los niños de Teherán a instancias de sus padres, comunistas- y el borrado gradual del persa en favor del francés, al que al principio rechaza y luego adopta, hasta el punto de dejar enterrada su lengua materna durante mucho tiempo. Maryam Madjidi desmonta con humor y ternura la siempre espinosa pregunta por las «raíces» en este libro sorprendente, que puede leerse tanto como una autobiografía, un diario o una fábula. 

En definitiva, la literatura de esta autora es original, rica y una sorpresa muy agradable.

Para más información sobre esta autora. Ver:
El Mundo
El Cultural








¿Desaparecerán la escritura y la lectura?



Un artículo de Jorge Carrión del New York Times de 17 de marzo de 2019, que he leído estos días, se cuestiona si el futuro de la literatura regresará al pasado, a cuando se contaban historias orales, de boca en boca o se representaban en las plazas de los pueblos, interpretadas por titiriteros, comediantes y gentes del teatro, aunque con una diferencia que sustituiría estos narradores por unos auriculares que unan al oyente con Youtube, con Spotify u otros medios tecnológicos modernos, en un ejercicio individual e imaginativo similar en cuanto al efecto, pero diferente en la forma.

¿Desaparecen la lectura y la escritura tal y como las conocemos hoy? ¿Requieren demasiado esfuerzo intelectual, demasiado tiempo? ¿La gente no compra libros y los autores no obtienen beneficios? 

Carrión plantea que los narradores de este siglo tienen que empezar a entender que los honorarios pasan más por la experiencia en vivo que por la venta de libros. El auge de las historias narradas ha hecho que Eduardo Galeano, Jorge Luis Borges, César Vallejo, Mario Benedetti y Pablo Neruda también estén en Spotify, junto con tantísimos audiolibros y pódcasts.

Autores como el escritor argentino Hernán Casciari dicen que “les cuesta cada vez más escribir o sentarse a escribir y que le pasa a mucha gente, que cada vez le cuesta más leer y escribir y, en cambio, hablar y escuchar no supone ningún esfuerzo”. Por eso ha decidido leer en voz alta sus artículos, crónicas y cuentos. Lo hace en vivo —en teatros—; en directo —por la tele o en la radio—; y en grabaciones —en las webs de las radios y en Spotify—.
Y dice de esta experiencia: “Gracias a todas esas plataformas mis lectores se han multiplicado, bueno, o mis oyentes”.

Este fenómeno tiene su explicación, según la profesora Emma Rodero, profesora de la Universidad Pompeu Fabra, experta en discursos orales, “la capacidad para crear imágenes mentales en el oyente, estimulando la actividad cognitiva, como a su potencial para provocar una fuerte respuesta emocional y fisiológica. Porque al escuchar una historia sin el apoyo de la imagen, se potencia la imaginación, al mismo tiempo que se intensifican las emociones del oyente ante los sonidos y las voces de los personajes”.

Jorge Carrión se plantea también si no será el aspecto económico y la oportunidad de negocio la que estará detrás de esta nueva tendencia, al decir que: “en los últimos años Siri y los sistemas de reconocimiento de voz no han parado de recibir millones de dólares para su perfeccionamiento; mientras que, en paralelo, Amazon se desdoblaba en Audible y plataformas como Storytel o SoundCloud, más poderosas y rentables. Hay un gran interés corporativo en potenciar la circulación de voces por las autopistas de internet”. Y lo que es peor, Carrión nos recuerda la profecía de George Orwell que presentaba al protagonista de 1984 como alguien no habituado a escribir a mano, profetizando así la extinción de la escritura.

En mi opinión, cuesta creer que desaparezcan la escritura y la lectura, tal y como las conocemos hoy.  También el e-book iba a hacer desaparecer el libro en papel y no ha sido así. No, todavía. Sin embargo, reconozco que las nuevas generaciones no van a conocer otra cosa que no sea la multimedia, que las frases cortas, estilo conversación de Whatsapp o como un tuit.  Los lectores clásicos deberán despedirse de los grandes párrafos, las largas descripciones y las complejas historias.

 Mi respuesta al planteamiento del título es que puede que desaparezcan la escritura y la lectura, lo que jamás desaparecerán son las historias.
Así es como el mundo avanza, con los cambios.



Para quien desee leer el artículo original: Leer.




Crítica de Teatro. Obra Ilusiones -Teatro Arriaga



La obra Ilusiones, del autor ruso Ivan Viripaev, nos cuenta la historia de dos parejas heterosexsuales casadas y la relación que ha existido durante toda una vida entre sus cuatro componentes, la de los octogenarios (Dani-Sandra y Alberto-Marga), que a lo largo de toda la representación (1 hora 40 minutos) dan vueltas a varios matices de sus respectivas historias entrelazadas y narradas por dos hombres y dos mujeres jóvenes, que interpretan arbitrariamente los papeles de cada uno de los cuatro ancianos, independientemente. He aquí parte de la originalidad de esta escenografía en la que tanto hombres como mujeres no asumen un rol de género, sino que todos hacen de Dani, Sandra, Alberto y Marga. 

Fotografía  obtenida de pagina web Teatro Arriaga Obra Ilusiones


Esta forma de presentación ofrece una narración ágil y divertida, pese a que el texto en sí mismo y la historia global que relata, apenas explica otra cosa que los amores entrelazados entre los cuatro personajes en un intento de hablar de lealtad, infidelidad, pasión, verdad o ilusión.

El director Miguel del Arco y los actores y actrices Marta Etura, Daniel Grao, Alejandro Jato y Verónica Ronda son los que le dan la gracia al texto, un poco soso, un poco aburrido, un poco superficial aunque pretenda sonar profundo y lo hacen con un leve grado de humor, con ritmo alegre y desenfadado. Entre los cuatro logran una buena interpretación, especialmente, Alejandro Jato y Veronica Ronda (esta última posee una excelente voz hablada y cantada y una excelente dicción, no en vano es profesora de técnica vocal). 

La puesta en escena es buena y algo que me ha gustado es que los actores esperen al público desde el escenario, lo que aporta un toque de innovación pocas veces utilizado en la escenografía de obras clásicas (aunque ya se había visto antes, sobre todo en alguna comedia). La espera hace cómplice al espectador desde el principio, al sentirse gratamente espiado por los actores, mientras estos observan como el patio de butacas se va llenando, cambian de pose, dan unos pasitos de baile, o permanecen de pie como figurines. También el escenario lleno de cachivaches, que no se utilizan en ningún momento de la representación, parece simbolizar todo lo que se acumula a lo largo de una vida plena, ya sea útil o inútil, igual que el amor suficiente o no, recíproco o unilateral, verdadero o pura ilusión. En cuanto al resto del atrezzo: se ofrece un vestuario sencillo, que unido a la cálida iluminación completan una obra intimista en la que los personajes disponen bien del espacio, imprimen un ritmo adecuado para que el espectador permanezca atento, pese al texto, que a mi juicio, resulta poco interesante, tal y como está planteado.
En resumen, y sólo es una opinión de una fiel espectadora de teatro: (De 1 a 10)

Dirección (9) – Ritmo (9) – Texto (5) – Actores y Actrices (8) – Escenografía (7)

                                                     Ascension Badiola (Escritora)

Crítica de Teatro. Macbeth


El teatro Arriaga ha sorprendido en esta temporada 2018/2019 con una serie de producciones propias, entre las que quiero destacar la moderna versión del ‘Macbeth’ de William Shakespeare, adaptado y dirigido por Alex Gerediaga, director de la compañía Khea Ziater, tanto en euskera (propuesta valiente y muy acertada que ya hacía falta) como en castellano.

Fuente de la foto: https://www.teatroarriaga.eus/programacion/macbeth/

El texto original que versa sobre la ambición, la guerra, la traición, el crimen y el poder, además de los fantasmas que rodean al protagonista (encarnada por Mikel Losada) se condensan en esta versión en crímenes sangrientos, bajo el aura del hambre insaciable de poder que convierte al personaje en un monstruo al que ni su propia esposa reconoce al final de la obra. (Arrate Etxeberria).
Los actores y actrices de reparto son Mikel Losada y Arrate Etxeberria con buenas voces y buena puesta en escena; el resto lo interpretan Kepa Alesso, Iñigo Aranbarri, Florentino Badiola, Sandra Fernández. Aguirre, Miren Gaztañaga, Na Gomes, Gabriel Ocina, Pako Revueltas, Leire Ucha y Maria Urcelay.

Nada hay que decir del clásico y conocidísimo texto shakesperiano, salvo que el Macbeth adaptado  para esta versión es relativamente fiel al original. En euskera se entiende muy bien y de esta adaptación ha dicho el director que Jon Gerediaga ha hecho un texto "increíble que es una gozada escuchar”. Estoy de acuerdo. En castellano, también se entiende bien, sin hacer grandes esfuerzos para adaptar nuestra estructura lingüística a las grandes fórmulas redundantes y coloristas del dramaturgo inglés, no obstante, nos separan de él cuatro siglos y su director ha pretendido modernizar la obra y ofrecerla a un público más joven y menos acostumbrado al lenguaje recargado del pasado.

El ritmo es muy bueno y, aunque los espectadores de mayor edad estén acostumbrados a textos pesados, el Macbeth de Gerediaga no aburre, lo que ha conseguido disminuyendo el número de personajes (de 27 a 12) y sintetizando el texto original.

La escenografía de Azegiñe Urigoitia ofrece una estética contemporánea con elementos ochenteros, indudablemente mejorada con una acertada tecnología cinematográfica, mediante una pantalla audiovisual que permite ver escenas previamente gravadas. La iluminación de Oier Ituarte también resulta correcta. 

El vestuario es, a mi juicio, la única parte negativa de esta presentación y, además, me sorprende que provenga de una mujer (Azegiñe Urigoitia), ya que veo en la forma de vestir a los personajes femeninos una trasnochada discriminación sexista, y me refiero al atuendo de la protagonista con un “picardías con pantys transparentes de escaso gusto y a las hechiceras en un top less innecesario durante toda la obra”, como si se hubiese querido reproducir la obsesiva época de la transición en la que sin tetas no había paraíso. Nuevos tiempos requieren de nuevos modos, tal y como ha demostrado el espíritu de esta versión de Gerediaga, sin embargo, es una pena que se haya vuelto a caer en el error de mostrar a la mujer como un trozo de carne, tras más de un siglo de lucha feminista. Un tirón de orejas, por tanto, al vestuario y superemos ya la creencia de que si no mostramos un desnudo femenino o la parte lasciva de la mujer no hay modernidad. En el siglo XXI la modernidad está en desnudar íntegramente la inteligencia de las mujeres, que ya va siendo hora.

Con respecto a la música, pese a tratarse de un texto tan clásico que parecería requerir de una banda sonora acorde, ésta logra modernizar la ambientación y traerla hasta los años 80. La banda Belako (de Mungia) ha sido la encargada de poner melodía y ritmo a este Macbeth que no es Macbeth, rey de Escocia, sino un perfil de asesino mafioso contemporáneo. En conjunto se consigue el resultado perseguido, pese a que en algunos momentos resulte algo molesta, demasiado repetitiva e insistente y bastante discordante. Seguramente, también se pretendía.

En conclusión,y como me suele gustar dar una puntuación que aclare lo dicho. Ahí va, en creciente, de 1 a 10 (siendo 1 el peor resultado y 10 el mejor), la propuesta siguiente:
Obra en conjunto (8)
Dirección (8)
Actores y actrices protagonistas (8)
Actores secundarios (5)
Versión del texto original en euskera y castellano (9)
Escenografía e iluminación (7)
Vestuario (3)
Música (8)
Aporte audiovisual (9)
                                                                                         
                                                                                            Ascension Badiola
                                                                                                  Escritora