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Comedia Aquilana con Nao d’Amores & Compañía Nacional de Teatro Clásico.



Foto: El actor Javier Carramiñana. Tomado del folleto de la obra.


El Teatro Barakaldo ha presentado el 26 de octubre de 2019 a Nao d'Amores (compañía residente en Segovia), en coproducción con La Compañía Nacional de Teatro Clásico la obra Comedia Aquilana, dirigida con acierto por Ana Zamora y un texto desconocido de un autor, también desconocido del siglo XVI, Bartolomé de Torres Naharro.

Esta comedia de amores renacentistas ha sido considerada la primera comedia romántica del teatro en castellano y, según la sinopsis que el propio teatro hace de ella dice que: " la historia  gira en torno a los amores del escudero Aquilano y la princesa Felicina, hija del Rey Bermudo. Durante el encuentro nocturno de los amantes, Aquilano, herido de amores, cae al jardín siendo descubierto por los hortelanos Dandario y Galterio, que alertan al rey. Los médicos de palacio diagnostican su mal de amores por la princesa y Bermudo quiere ordenar su muerte. El criado Faceto revela entonces que en realidad Aquilano es hijo del rey de Hungría, lo que hace que el rey renuncie a la venganza y autorice la boda".

He de decir, que es imprescindible que se explique la trama al espectador porque resulta algo costoso de entender: 
1,- por estar en verso
2,- porque parece un castellano más antiguo que aquel al que estamos acostumbrados los amantes del teatro del siglo de oro o, quizá, porque el asesor de verso, Vicente Fuentes, ha preferido dejarlo más fiel al texto original y menos adaptado al lenguaje actual.
3,- también porque al imitar el acento italiano, cuesta un poco hacer el oído y más teniendo en cuenta la velocidad a la que hablan los actores.
Vamos, que hay que esforzarse y ese ejercicio requiere especial atención y dedicación mental a la acción que discurre en el escenario.

Resumiendo, la Compañía Nacional de Teatro Clásico nunca defrauda. Ni sus intérpretes: Silvia Acosta, María Besant, Irene Serrano, Javier Carramiñana, Juan Meseguer, Belén Nieto, Alejandro Saá, María Alejandra Saturno, e Isabel Zamora; ni la dirección musical, a cargo de Alicia Lázaro, ni las músicas (mujeres), ni el atrezzo, ni la escenografía, iluminación y demás componentes imprescindibles fallan en ningún momento, a la hora de obtener una deliciosa comedia, visual, fresca y ágil, en la que los actores, además de hacer gala de su agilidad mental, en lo que al texto se refiere, lo hacen también de su agilidad física, y hago especial mención al esfuerzo atlético de Alejandro Saá, un actor con una excelente voz para las tablas.

Hago especial mención también al vestuario, que consiguió el premio MAX 2019 al Mejor diseño, concedido a Deborah Macías.

En el folleto de la obra se menciona el esfuerzo realizado por La Compañía en una residencia artística realizada en la Real Academia de España en Roma, con el fin de perseguir el universo de materiales necesarios y el posterior encierro monástico de ensayos en Segovia, para lograr poner en escena este texto de influencia italiana del siglo XVI.

Teatro de altos vuelos.

Mi calificación conjunta de la obra: 8,5 sobre 10









La verdad sospechosa en el Teatro Arriaga de Bilbao





La última obra representada por la Compañía Nacional de Teatro Clásico llegó ayer al Teatro Arriaga bilbaíno con un plantel de catorce actores consagrados y conocidos por su larga trayectoria en el Nacional, además de un pianista,  que actuó en directo  haciendo recordar al público los años del cine mudo.
Detrás de las bambalinas otras veinte personas, Helena Pimenta (directora), Ignacio García (adaptador de la versión), Vicente Fuentes (asesor de verso), Alejandro Andújar (escenógrafo), los realizadores de vestuario, pelucas, ayudantes, maestro de esgrima, coreógrafo, etc, en definitiva,  aquellos que sólo aparecen en el folleto de publicidad de la obra, pero que contribuyen plenamente a que las representaciones a las que nos tiene acostumbrados la Compañía tengan una calidad extraordinaria.
Un escenario cerrado,  apenas tres paredes en las que se van abriendo y cerrando puertas y ventanas para simular un despacho, un salón, las calles del Madrid del XIX, periodo elegido para representar la obra, a pesar de haber sido escrita dos siglos antes, sirven de excusa visual para que el espectador ponga su imaginación en marcha y colabore en la obra como uno más y sonría con el divertido enredo que Ruiz de Alarcón escribió entre 1618 y 1621, y que muestra dos historias de amor atravesadas por continuas equivocaciones y por las mentiras que don García improvisa con una facilidad sorprendente, provocando el  desencuentro con su padre, don Beltrán, papel representado por un Joaquín Notario un poquito menos brillante que a lo que nos tiene acostumbrados, pero que en una de las escenas finales vuelve a provocar en el público ese nudo en la garganta que sólo él sabe cómo lograr y quiero detenerme en él porque Joaquín Notario es un veterano de la Compañía, un actor curtido en los clásicos, que interpretó con maestría el Segismundo de La vida es sueño de Calderón o el Pedro Crespo de El alcalde de Zalamea y que a pesar de haber aparecido como secundario en diversa filmografía y en series de televisión, no es muy conocido por el gran público, no al menos como se merece, pese a tratarse de uno de los mejores actores con que cuenta el teatro español en estos momentos.
Dicho esto, La verdad sospechosa, representada con un ligero guiño al bodeville resulta una obra muy actual, como lo es la mentira y la figura del mentiroso, papel, el de don García, interpretado con agilidad y gracia por el también muy veterano actor Rafa Castejón.
Un placer ver a la Compañía Nacional de Teatro Clásico, como siempre.

                                                                                                 Ascension Badiola
                                                                                              (novelista y aficionada al teatro)