Campos de Concentración en Euskadi


A partir de 1937 se empezaron a crear los campos de concentración en la geografía franquista. En territorio vasco, hubo varios y es que a medida que los rebeldes fueron ocupando territorio hubo que dar cabida a los miles de prisioneros presentados o aprehendidos del bando enemigo.

Se creó la figura del campo de concentración con carácter provisional para tener un lugar donde concentrar a la masa de prisioneros de guerra, mientras se tramitaba su clasificación y se decidía quiénes se sometían a un consejo de guerra y quiénes no. Los campos, además de cómo depósitos, sirvieron también como fuente de mano de obra y como centros de reeducación en los valores de la ―Causa vencedora‖ y fueron creados provisionalmente hasta que se decidiese el destino final de los prisioneros de guerra.

Con carácter general, se crearon por toda la geografía franquista y estuvieron repartidos en conventos, monasterios, universidades, colegios y, en menor medida, en barracones construidos al efecto y fue precisamente esta provisionalidad y el hecho de que en ellos se recluyó a gente que no había pasado por ningún proceso judicial lo que los diferenció de la cárcel o de la prisión militar.

La existencia de los campos de concentración tuvo su razón de ser en la necesidad de recluir en algún sitio, controlar, clasificar y redistribuir a los miles de prisioneros de guerra que en poco tiempo convirtieron la zona ocupada por los rebeldes en una inmensa prisión, de dimensiones tales que escapaba a toda previsión y los campos vascos de Deusto, Orduña, Murguía e Irún nacieron dentro de esta red para solventar estas mismas necesidades.

Tan pronto como llegaban los prisioneros a cualquiera de los campos se procedía rigurosamente a darlos de alta, pero no en la fecha de su incorporación efectiva a los mismos, sino en la que fueron presentados o aprehendidos, figurando desde ese día como presentes, según disposición incluida en las instrucciones dictadas para el régimen administrativo de prisioneros y evadidos.

También se creó una figura intermedia, a medio camino entre la prisión y los depósitos de prisioneros, que fueron las plazas de toros utilizadas como lugares de reclusión y que por un periodo corto dependieron de la ICC, que dio orden para que se pusiese a disposición de los gobernadores militares de Guipúzcoa, Álava, Santander, Vizcaya y Navarra las tropas de custodia necesarias para las plazas de toros habilitadas como campos de concentración. En concreto, en la citada orden se hacía referencia a las de San Sebastián, Tolosa, Vitoria, Bilbao, Santander y Pamplona.

 El 13 de febrero de 1939 se alojaron en la plaza de toros de Vista Alegre de Bilbao unos 2.000 hombres, según estimaciones del presidente de la Junta Administrativa, Federico Ugalde y Echevarria, aunque otras fuentes mencionan hasta 5.000 prisioneros. La propia autoridad militar desistió de la utilización de estos recintos como alojamiento de prisioneros por no reunir las condiciones elementales. La ocupación de prisioneros de esta plaza únicamente duró 12 días, tras los cuales debieron ser trasladados y realojados en las ya saturadas cárceles. En este plazo reducido de tiempo, murieron cuatro de hambre, lo que no es de extrañar, si se tiene en cuenta que por toda alimentación se les facilitaba una sopa o caldo hecho con castañas o bellotas molidas. El 23 de febrero de 1939 al ser trasladado un contingente de estos prisioneros desde la plaza de toros de San Sebastián a la estación del ferrocarril, asaltaron comercios de comestibles, fruterías y panaderías durante el trayecto.

Para más información Ver Aquí de la página 154 en adelante.

El libro publicado por editorial Txertoa Cárceles y Campos de Concentración en Bizkaia de Ascension Badiola Aqui  y  Aquí