Teatro Arriaga para regresar a la cuasi normalidad



Después de que nos hubiésemos creído que el mundo se había parado un domingo por la tarde, eso sí, un domingo muy raro, muy de luto, muy oscuro, un domingo sin gente en las calles, sin coches en las carreteras, sin voces de niños en los parques, un domingo fantasma.

Después de que nos hubiésemos encerrado en un mundo de estadísticas de fallecidos, contagiados y revividos; en un silencio denso sin cine, sin tiendas, sin música, sin voces, sin amigos, por fin, despertamos en sábado con las terrazas a rebosar de risas y de cerveza.

Y ahí no queda todo, también se oyen las voces de los actores y la cuerda de los instrumentos que se afinan para volver al escenario y si prestamos atención, hasta el leve roce de las zapatillas de ballet, junto a la brisa que mueve las hojas de los árboles.

No es un sueño, ni tampoco las voces de los que nos dejaron y no cesan de hablarnos al oído para quitarnos soledad. Ellos están bien. Somos nosotros los que no sabemos cómo estamos después de tanto cansancio y tanto desconcierto.

Es momento de despertar, de dejar de echar de menos. Es verano y queremos luz y brisa y también relatos y conciertos y charlar hasta la madrugada y enamorarnos y reírnos y discutir y disfrutar y sentarnos ante un escenario para soñar palabras, por eso sé que el Teatro Arriaga reabre este 17 de junio con 19 espectáculos y que el Serantes anuncia que se está esforzando en crear una nueva programación y que pronto abrirán los demás lugares de ocio.

Después de las cancelaciones y del susto, quizá podamos aspirar a ser un poco como éramos.

Eso sí, a dos metros de distancia del resto del mundo.