Otro grande que nos dejó sin palabras, sin sus palabras.


Hace apenas unos días falleció uno de los escritores americanos más interesantes de la segunda mitad del siglo XX, el novelista, cuentista y ensayista Philip Roth, a sus 85 años, en Manhattan.


Philip Roth, que era descendiente de un matrimonio de emigrantes judíos de Europa del Este, había abandonado la escritura ya en 2012, sin embargo, para los que hemos leído y disfrutado con sus obras, su ausencia ha significado una doble pérdida, o al menos una pérdida definitiva sin vuelta atrás.

Su literatura, tipificada como judío-americana, nunca consiguió el Nobel, aunque si fue galardonada con abundantes premios literarios, el último de ellos el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2012. Con su escritura nos acercó a la realidad de haber pertenecido a una familia judía, y a la denuncia por la traición de los ideales americanos, siendo la identidad propia, el eje que marcó casi toda su obra de principio a fin.

Para quien no haya leído nada de su obra, recomiendo, de entre su prolífico trabajo (31 obras publicadas), la lectura de Elegía, una historia universal que describe lo que siente el protagonista al llegar al deterioro de la vejez.:

'...No eran mas que unos huesos, huesos en una caja, pero los huesos de ellos (los de sus padres), también eran los suyos, y se acercó tanto como pudo a los huesos, como si la proximidad pudiera unirle a ellos y mitigar el aislamiento surgido de la pérdida de su futuro y enlazarlo de nuevo con todo cuanto había desaparecido. Durante hora y media, aquellos huesos fueron los objetos que más le importaban. Eran lo único que importaba, pese a la intrusión del deteriorado ambiente de aquel cementerio sumido en el abandono. Una vez que estuvo con aquellos huesos no podía dejarlos, no podía sino hablar con ellos, no podía sino escucharlos cuando le hablaban. Entre él y aquellos huesos había mucha comunicación, mucha más de la que existía ahora entre él y los que aún estaban revestidos de carne. La carne se disuelve, pero los huesos aguantan. Los huesos eran el único consuelo que existía para alguien que no daba ningún crédito a la vida ultraterrena y sabía sin la menor duda que Dios es una ficción y que esta es la única vida que tenemos...'

Escribió las siguientes novelas:

Goodbye, Columbus (1959)
Deudas y dolores (1962)
Cuando ella era buena (1967)
El lamento de Portnoy (1969)
Nuestra pandilla (1971)
El pecho (1972)
La gran novela americana (1973)
Mi vida como hombre (1974)
El profesor del deseo (1977)
La visita al Maestro (1979)
Zuckerman desencadenado (1981)
La lección de anatomía (1983)
La orgía de Praga (1985)
La contravida (1986)
Engaño (1990)
Operación Shylock (1993)
El teatro de Sabbath (1995)
Pastoral americana (1997). (Premio Pulitzer)
Me casé con un comunista (1998)
La mancha humana (2000)
El animal moribundo (2001)
La conjura contra América (2004)
Elegía (2006)
Sale el espectro (2007)
Indignación (2008)
La humillación (2009)
Némesis (2010)



Ron Lalá en Santurtzi Serantes Aretoa


Me confieso fan de este grupo de teatro inteligente, del que ya he visto varios de los espectáculos que han presentado: En un lugar del Quijote, Cervantina,  y Siglo de Oro, siglo de Ahora, entre otros.

El próximo 25 de mayo podremos verlos de nuevo en Santurtzi con la obra CRIMEN Y TELÓN, cuya sinopsis dice:

Señores espectadores: quedan detenidos como sospechosos, cómplices o testigos de un articidio en primer grado. Tienen derecho a reír, llorar, emocionarse, seguir el ritmo de las canciones y no desvelar a nadie el final de Crimen y telón. El Teatro ha muerto y el detective Noir tiene que descubrir al asesino antes que la Agencia Anti Arte desvele el secreto de su oscuro pasado. Para ello recorrerá la historia del Teatro en busca de verdades ocultas mientras una red de misteriosos personajes conspiran en la sombra… Un homenaje al teatro universal con forma de thriller de género negro, ambientado en un cercano futuro en que las artes están prohibidas y nuestro planeta, convertido en Ciudad Tierra, es liderado por una inteligencia artificial con un ejército de drones. Una investigación contrarreloj en que el asesino podría ser cualquiera. Incluso ustedes, señores espectadores.

El teatro y la literatura deben ofrecer crítica  y ayudar al receptor a pensar y, una vez más, es lo que hace Ron Lalá al plantear el hipotético fin del teatro en un mundo entregado por completo a la tecnología. Si quieren reflexionar, pasar un buen rato y comprobar de primera mano el arte y la emoción que este grupo es capaz de fabricar sobre un escenario vayan a verlos.
Dramaturgia, música, humor, pensamiento e ironía  son los ingredientes de Ron Lalá.
Ellos son: Íñigo Echevarría, Álvaro Tato, Juan Cañas, Miguel Magdalena, su director Yayo Cáceres y Daniel Rovalher. (De izquierda a derecha y de arriba a abajo).
 Un placer volver a verlos.