Una silla frente a la primavera


 Lucio se sentó en la silla del jardín, frente al paisaje para relajarse con su hermosura. 
Llevaba un periódico entre las manos que dejó a un lado para contemplar la luz filtrada de la primavera y los colores intensos de las flores. 
La brisa traía aromas de azahar y el cielo dibujaba una raya blanca rasgando el azul. 
Lucio nunca pensó que la placidez del campo dejaría de envolver la magia de árboles y pájaros que calmaron sus sentidos. 
Todo empezó con un leve hormigueo en los pies, un escalofrío por la espalda y una gota de sudor resbalando lentamente por su frente, al ver que abejas y avispas abandonaban su promiscuidad para dirigirse hacia donde él estaba. 
El tiempo aquí no existe, se dijo observado por un círculo de buitres que se posicionó en el azul distante, sobrevolando su cabeza. 
Enfrente de su silla, todo estaba pendiente de él, como si el placentero espacio hubiese extendido la red para aprisionarlo. 
La brisa se volvió viento y las hormigas variaron de dirección, enfilando sus tres pares de patas hacia el observador, que todavía confiaba.
Ascension Badiola